El director austrohúngaro Karl Freund, se dio a conocer a principios de los años 30, cuando el esplendor del cine de terror de Universal había eclipsado al público por "Drácula" (1931) de Tod Browning y del propio Freund, con un Bela Lugosi sensacional y único, lleno de sed de sangre en los ojos.
La película había causado un gran furor y tal fue el éxito, que el público se quedó con ganas de más monstruos, de más terror, de ganas de pasarlo mal.
Fue entonces cuando Freund, esta vez en solitario, se puso tras las cámaras y comenzó a rodar una película clave pare entender el cine de terror en la historia del cine, como es "La momia", con Boris Karloff como gran protagonista.
Es el año 1921, en Egipto, durante una expedición, los componentes de un museo británico encuentran una momia y una misteriosa caja con un papiro dentro que termina devolviéndola a la vida.
Más tarde, en 1932, otro grupo de investigadores han fracasado en una investigación, cuando están a punto de marcharse, aparece un misterioso hombre llamado Ardath Bey (Boris Karloff), antiguamente llamado Imhotep.
A Freund se le suele conocer por el contenido de su carrera fotográfica dentro del ámbito cinéfilo. Fue la mano derecha de películas de Fritz Lang como "Metrópolis" (1927), o con John Huston en "Cayo Largo" (1948).
Como director, se le puede atribuir perfectamente la frase de "breve pero intenso", en su filmografía tan sólo hay tres películas en las que se le considere director, las cuales son "Drácula" (1931) haciendo de mano derecha de Browning, "La momia" (1932) y "Mad Love" (1935) con Peter Lorre. La que nos ocupa como ya sabéis a estas alturas es la segunda.
Producida por Carl Laemmle, "La momia" nos sumerge en un cuento terrorífico, ambientado en un Egipto lleno de misterios y que guarda perfectamente las maneras a la hora de presentar lo misterioso en el rostro de Karloff, que por otro lado, actúa de una manera excepcional, en el que es uno de los mejores papeles de toda su carrera, al menos para mí.
Perfecto el mensaje lírico que lanza la película a la muerte, donde nos ofrece en bandeja una manera de decir que si te queda algo por hacer en vida, nadie te va a dejar sin hacerla, ni siquiera la propia muerte. Por desgracia, no se suele cumplir demasiado este mensaje, una verdadera pena.
El juego de un ambiente hechizado con el propio hechizo por el que renace la momia (una chica interpretada por Zita Johann) no peca de aburrido y repetitivo y se convierte en un hecho que hace a la película un poco más grande. Por cierto, la actuación de Zita Johann, bastante aceptable.
La interpretación estrella se le otorga sin duda a Karloff, que tras hacer de uno de sus personajes más recordados en "El doctor Frankenstein" (1931) (que por cierto, grabó a la vez) nos ofrecía de nuevo un papel memorable, de mirada hipnótica y de gesto serio ante un hecho casi imposible como es el de conquistar a una princesa, volviendo a la vida para cumplir ese ansiado deseo suyo donde prevalece lo de fuera antes que lo de dentro, otro mensaje más en una película que aparentemente no parece tener estas visiones de este tipo.
El comienzo de la película ya nos sumerge de lleno en un ambiente hechizante, terrorífico y mirando atentamente también nos sumerge en un ambiente muy humano, con sentimiento y con mucha garra en este sentido, creando de la nada algo atrapante.
El resultado del film es una película mágica y soberbia, con un Karloff único y haciendo de la perfección su principal profesión.
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